Los diáconos
El cargo de diácono se describe en el Nuevo Testamento (1 Tim. 3:8-13), donde se emplea el vocablo griego diákonos, que ha dado origen a nuestra palabra “diácono”. Este vocablo griego tiene diversos significados, tales como “siervo, ministro, escritor, asistente”, y en los círculos cristianos adquirió el significado especializado que ahora se atribuye a “diácono”.
Los hombres conocidos como los siete diáconos de la iglesia apostólica fueron elegidos y ordenados para atender los asuntos de la iglesia (véase Hech. 6:1-8). Sus cualidades, ligeramente menores a las de los ancianos, se mencionan en 1 Timoteo 3:8 al 13.
“El hecho de que estos hermanos hubieran sido ordenados para la obra especial de atender las necesidades de los pobres no les impedía enseñar la fe, sino que, por el contrario, estaban plenamente capacitados para instruir a otros en la verdad, lo cual hicieron con gran fervor y buen éxito” (Los hechos de los apóstoles, p. 75).
“El nombramiento de los siete para desempeñar determinadas tareas fue muy beneficioso para la iglesia. Estos dirigentes atendían especialmente las necesidades de los miembros, como asimismo los intereses económicos de la iglesia; y, con su prudente administración y piadoso ejemplo, constituían una ayuda importante para sus colegas, en la tarea de unir los diversos intereses de la iglesia” (Los hechos de los apóstoles, pp. 74, 75).
La designación de diáconos en la iglesia hoy, mediante la elección hecha por los miembros de iglesia, proporciona bendiciones similares en la administración de la iglesia, porque alivia a los pastores, a los ancianos y a otros dirigentes de deberes que pueden muy bien ser desempeñados por los diáconos.
“El tiempo y la fuerza de aquellos que en la Providencia de Dios han sido colocados en los principales cargos de responsabilidad en la iglesia deben dedicarse a tratar los asuntos más importantes, que demandan especial sabiduría y amplitud de ánimo. No es el plan de Dios que a tales hombres se les pida que resuelvan los asuntos menores que otros están bien capacitados para tratar” (Los hechos de los apóstoles, p. 78).
La comisión de diáconos.
Cuando en una iglesia hay un número suficiente de diáconos que justifique la constitución de una comisión de diáconos, con-viene organizarla, con el jefe de diáconos como presidente y con otro diácono como secretario. Esta comisión constituye un medio eficaz para distribuir las responsabilidades y coordinar la contribución de los diáconos al bienestar de la iglesia. Funciona también como una escuela de capacitación, donde los nuevos diáconos pueden ser instruidos en sus deberes.
Los diáconos deben ser ordenados.
El diácono nombrado como tal por primera vez no puede desempeñar sus funciones hasta ser ordenado por un pastor ordenado que tenga credenciales actualizadas, expedidas por la Asociación.
El rito sagrado de la ordenación debe realizarse con sencillez, en presencia de la iglesia, por un pastor ordenado, y puede consistir en una breve referencia al cargo de diácono, a las cualidades requeridas de estos servidores de la iglesia y a los deberes principales que estarán autorizados a realizar en beneficio de la iglesia. Tras presentar una breve exhortación a la fidelidad en el servicio, el pastor, asistido por un anciano, cuando ello sea aconsejable, ordena al diácono mediante una oración y la imposición de manos.
Si alguna vez en el pasado fue ordenado como diácono, y se mantuvo en plena comunión con la iglesia, no es necesario ordenarlo nuevamente, aunque se haya trasladado a otra iglesia. Si al terminar el año eclesiástico la iglesia desea que continúe sirviendo como diácono, deberá reelegirlo.
Si alguien ordenado anteriormente como anciano es posteriormente elegido como diácono, no se necesita ordenarlo como diácono, porque su ordenación como anciano cubre esta función.
Los diáconos no están autorizados para presidir los ritos.
El diácono no está autorizado para presidir ninguno de los ritos ni las reuniones administrativas de la iglesia, ni puede realizar la ceremonia de matrimonio, ni oficiar en la recepción o en la transferencia de miembros.
Si una iglesia no tiene a alguien autorizado para realizar tales deberes, debe buscar el consejo y la asistencia de la Asociación.
Deberes de los diáconos.
La obra de los diáconos comprende un amplio campo de servicios prácticos para la iglesia, tales como:
1.Ayudar en los servicios y en las reuniones. En las reuniones de la iglesia, los diáconos son generalmente responsables de dar la bienvenida a miembros y a visitas al entrar en la iglesia, y de ayudarlos, cuando sea necesario, a encontrar asiento. Además, deben estar listos para colaborar con el pastor y con los ancianos, con el fin de que las reuniones llevadas a cabo en la iglesia se desarrollen sin contratiempos.
2.Visitar a los miembros. En muchas iglesias se agrupan a los miembros en barrios, asignando a cada diácono un barrio, con el plan de que visiten cada hogar al menos una vez en el trimestre.
3.Preparar los servicios bautismales. Los diáconos deben hacer los preparativos necesarios para esta ceremonia.
4.Ayudar en el servicio de Comunión. Cuando se celebra el rito del lavamiento de los pies, los diáconos o las diaconisas proveen todo lo que sea necesario para el servicio, tal como: toallas, palanganas, agua y baldes. Después del servicio, deben cuidar que los recipientes y las toallas usados sean lavados y guardados en su debido lugar. El pan y el vino que sobró no deben ser consumidos, sino dispuestos de una manera respetuosa por los diáconos y las diaconisas luego de la Cena del Señor.
5.Cuidar de los enfermos y de los pobres. Otra responsabilidad importante de los diáconos es el cuidado de los enfermos y el socorro de los pobres y los desafortunados, y debe mantener a la iglesia informada de las necesidades, para conseguir el apoyo de los miembros. El dinero para esa obra debe ser provisto por el fondo de pobres de la iglesia local. El tesorero, por recomendación de la Junta Directiva de la iglesia, entregará a los diáconos o a las diaconisas el dinero que se requiera para auxiliar en los casos de necesidad.
6.Cuidar y mantener la propiedad de la iglesia. En algunas iglesias, donde la responsabilidad por el cuidado y el mantenimiento del edificio de iglesia no ha sido asignada a una comisión de construcción, los diáconos y las diaconisas asumen dicha responsabilidad.